Uno de los recuerdos de mi infancia friki es, sin duda, la trepidante rivalidad entre Amiga y Atari, —que yo vi desde la barrera de mi Amstrad CPC—. Ambos sistemas, lanzados de manera muy cercana en el tiempo, estaban llamados a sustituir a la anterior generación, los microordenadores de 8 bits, en nuestras casas —y nuestros corazones—, y convertirse en los reyes del entretenimiento digital. Sus competidores principales, Macintosh de Apple y PC de IBM, no jugaban en la misma liga: Macintosh costaba el cuádruple —y en aquella época, era monocromo— y los PC estaban técnicamente todavía a años luz en lo relativo a capacidades multimedia.
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